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Cocina suiza

En Suiza, se toman la comida muy en serio y las comidas son el centro de la vida familiar. Hay un proverbio que aparece frecuentemente en las cocinas y los comedores suizos que asegura que la comida y la bebida son lo que mantiene al alma unida al cuerpo.

Suiza tiene como países vecinos a Alemania, Francia e Italia. Como consecuencia, en Suiza se hablan cuatro idiomas, alemán, francés, italiano y romanche, un idioma antiguo similar al latín; y se podría decir que la cocina suiza también los habla pues en cada región se le da un toque local a los platos que se cocinan en todas.

Los suizos comienzan el día con un abundante desayuno, aunque su comida principal se hace al mediodía. A la hora de la comida, un menú típico traería a la mesa una sopa de verduras, o queso, seguida de un plato de carne de ave, ternera o pescado. El plato fuerte se acompaña con rösti en las regiones alemanas o francesas y con pasta en las italianas. Suelen parar a tomar café y dulces hacia las cuatro de la tarde, para terminar el día con una cena ligera. Una tortilla de huevo es la opción preferida a la hora de cenar en las regiones de habla francesa; antipasto en los cantones italianos; salchichas y fiambres de carne constituyen la cena en las zonas donde pesa más la influencia alemana.

Una fondue es un plato que se escoge para compartir con amigos.

Se pueden encontrar platos muy elaborados, similares a los de la alta cocina francesa, la cocina gourmet altamente sofisticada que nació en Francia y que los cocineros franceses trajeron a Suiza. La alta cocina utiliza técnicas específicas para preparar los alimentos, incluyendo como cortarlos, salsas ricas, mucha nata, guarniciones complejas, e ingredientes a menudo caros, como las trufas, foie gras, las frutas exóticas y vino añejo. Los platos que se montan con varias partes, cada una de las cuales necesita horas de preparación, son una característica de la alta cocina. Este tipo de cocina se encuentra en hoteles y restaurantes.

En la cocina tradicional, en contraste, los cocineros suizos preparan los ingredientes locales, utilizando recetas regionales o recetas de temporada. Muchos se refieren a este tipo de cocina como la verdadera cocina. Los cocineros suizos tenían poco con lo que trabajar antes de que se desarrollaran los medios de transporte y el país se convirtiera en una atracción turística. Tuvieron que emplear mucha habilidad e imaginación para convertir las simples hortalizas, cereales y semillas que se producían en comidas apetitosas y transformar las alubias, coles, zanahorias, nabos, patatas, cebada, mijo, trigo espelta, manzanas, bayas, peras y otras frutas frescas en guisos, estofados, panes, mermeladas y conservas, acompañados frecuentemente con queso y mantequilla.

Aunque la cocina suiza tenga influencias claras de los países vecinos, muchas recetas se han vuelto distintivamente suizas, como la fondue, la raclette y el rösti. La foundue es una salsa para mojar a base de queso fundido. La raclette también tiene queso fundido, esta vez sobre pan, generalmente servido con patatas y encuritidos. El rösti es un plato de patatas fritas con tocino.

Las leckerli son galletas de jengibre.

El amor de los suizos por los alimentos saludables ha creado müesli, también conocido como Bircher müesli porque este cereal preparado se sirvió por primera vez en la clínica de salud del Dr. Bircher-Benner en Zurich, a fines del siglo XIX y principios del XX. Otros platos que se sirven a la hora del desayuno son cholermues, la tortilla dulce, o manzanas fritas con pan.

Donde hay bosques, crecen las setas. Durante la temporada de las setas, las cocinas suizas producen muchos platos con champiñones y setas, como el zürigschnätzlets, un plato hecho con finas tiras de ternera y champiñones en una salsa de crema, servidos tradicionalmente con rösti.

La comida puede tener un aire alemán, cuando se sirven platos como la reconfortante sopa de col; el pollo relleno asado, servido con verduras; o una abundante cazuela de salchichas al horno, acompañada con ensalada de cebolla. El rösti irá bien con cualquiera de los platos. Hay una notoria influencia francesa en los filetes de perca escalfados, más ligeros, y los tomates al estilo de Friburgo. Los espaguetis con azafrán y la ensalada jardinera no pueden ocultar su aire italiano.

Los dulces que se sirven con el café podrían ser un budín de pan y cerezas o  galletas de Basilea. También existe la fondue de chocolate que puede parecer demasiado para la hora, pero si se ha pasado el día haciendo montañismo, o paseando la aire libre sobre un paisaje que raramente será llano, algo así sin duda será bienvenido.

Tanto la fondue tradicional como la fondue al estilo del Valais pueden servirse a la hora de la cena para poner punto final al día.

Las montañas nevadas y los valles verdes donde pastan las vacas abundan en el paisaje suizo. Hacia el final del día, aún se puede escuchar el sonido profundo de los alphorns, los largos cuernos de madera utilizados para llamar a las vacas para que bajen desde las laderas de las montañas, que se entremezcla  con el sonido de los cencerros mientras los rebaños descienden hacia sus refugios nocturnos. La abundancia de vacas lecheras en las granjas alpinas se puede apreciar en los productos que se hacen con su leche, particularmente el queso Gruyère o el queso Emmental, que son  famosos en todo el mundo.

La leche de esas vacas que pastan en los valles suizos ha contribuido también a la aparición del chocolate con leche, la mayor aportación suiza a la despensa internacional. El chocolate es el producto suizo que más se exporta. Hay varias fábricas de chocolate en el país. Merece la pena visitar una para apreciar el delicioso aroma a leche y cacao endulzados que es característico.

Suiza tiene la reputación de unir la salud, la nutrición y la naturaleza. Muchas personas, incluso familias enteras, tienen como pasatiempo de fin de semana el recorrer el bosque con una mochila, recolectando bayas de saúco, rosa mosqueta, diente de león, manzanilla y flores de tilo para hacer infusiones de hierbas o incorporarlas a otros platos.


Hay tierra para la horticultura. Incluso en las grandes ciudades como Zurich, Basilea y Ginebra, las familias pueden cultivar sus propias verduras y frutas frescas en pequeñas parcelas llamadas schrebergarten.


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