Pasar al contenido principal

La pasta y el vino

El vino se puede asociar con la pasta de la misma forma en que la Torre Inclinada de Pisa se  asocia con Italia ¡Por supuesto que van bien juntos! Claro que hay casi tantas variedades de platos de pasta como vinos para elegir en todo el mundo. Emparejarlos puede parecer un poco abrumador al principio, uno puede sentirse, incluso, como cuando se enfrenta a un jeroglífico o trata de resolver un misterio.

Una de las mejores cosas de la pasta es su versatilidad. No sólo es nutritiva y reconfortante, y admite cualquier salsa, sino que también va con cualquier vino que se nos pueda ocurrir.  Aun así, lo correcto es seleccionar un vino que va con el plato, salsa y tropezones incluidos.

Como en todo, lo mejor es empezar por lo más simple, y avanzar poco a poco, a medida que se experimenta con una mayor variedad de platos y vinos.

Para esas recetas simples de pasta y salsa de tomate, y pensando en Italia, nunca se va a quedar mal con un buen Chianti,  Bardolino, o un vino tinto joven de una de las otras uvas tradicionales. Para las salsas de sabor fuerte, un Sangiovese siempre va a resultar apropiado. Si se está pensando en un plato de pasta con marisco, Hay una amplia variedad de vinos blancos para elegir, como el Soave, vino blanco principalmente de uva Garganega, o los clásicos Chardonnay, Sauvignon o Chenin Blanc, por ejemplo.

Y cuando uno avanza al nivel intermedio, y posiblemente se lanza a preparar un palto de espaguetis con atún, tomate y alcaparras. Ya que se han mezclado mariscos y tomates, ¿qué se puede hacer? Aquí puede venir Di Tufo al rescate. Esta antigua uva dorada, cultivada en suelo volcánico, tiene un rico aroma que puede sacar a relucir lo mejor de ambos.

Para una receta un poco más compleja y cremosa, como un spaghetti alla carbonara o un fettuccine all'Alfredo, un Viognier será una opción perfecta. Esta uva blanca, no tan bien conocida como lo merecería,  es un gran complemento para los platos con una base de huevos o mantequilla. También se puede probar un Pinot Grigio y ver cuál se prefiere. Es, después de todo, todo una cuestión de gusto personal.

Cuando se trabaja en una receta con un pescado blanco delicado, como el rodaballo o la merluza, que huele tan bien que no se puede esperar a probarla, merece la pena pensar  unos minutos en el vino que va a acompañarla. Y se puede tener en cuenta lo agradable que puede resultar un Pinot Noir en este caso. Con un sabor a la tierra, pero que no subyuga al del mar, el acento a clavo de olor añade un toque picante perfecto para complementar a ese pescado selecto.

En el extremo opuesto de la escala, cuando se tiene un plato de pasta aderezado con sólo un poco de aceite de oliva, o una ensalada de pasta, se puede tirar en cualquier dirección. Un Gewürztraminer, vino blanco seco y sencillo, no dominará al plato. O se puede elegir un Riesling, ligeramente más robusto, para darle sabor a un plato relativamente suave.

Y si se está preparando un primer plato de pasta con anchoas,  un Verdicchio será un emparejamiento adecuado. Sus matices frutales de albaricoque y especias picantes complementarán perfectamente a los del pescado, y la dulzura de la fruta compensará el gusto salado. Por cierto, el Verdicchio también va bien con las almendras y pistachos salados que se sirven como aperitivo.

Para un robusto plato de cordero asado que se sirve con pasta, o algunas conchas gigantes rellenas de cordero, un Tofanelli Charbono resulta ideal. Los toques ahumados de este fino varietal van muy  bien con el fuerte sabor de la carne. Pero si se quiere un poco más de chispa, siempre se puede escoger un buen Petit Syrah.

Y cuando se va a por todas y uno se atreve con una salsa boloñesa, se puede sacar ese Shiraz frío de la nevera  y dejar que se temple ligeramente. Es un vino picante y con cuerpo, que se mantendrá al nivel de un plato de pesado.

Misterio resuelto

Puesto que el sabor neutro de la pasta va con todos los vinos, todo lo que se necesita hacer para emparejar un gran plato de pasta con un vino fantástico es concentrarnos en la salsa y quitarnos de la mente la idea del plato completo. La salsa, en su mayor parte, determinará el perfil de vino a elegir.

Hemos echado un vistazo a algunos tipos de salsas para pasta típicas y a los vinos que las complementan bien. Claro, que hay platos que no hemos mencionado, y siempre hay excepciones que no entran en ninguna de las categorías. Las pistas están ahí. También podemos resolver este problema.

Por ejemplo, si buscamos un vino fantástico para emparejar con un plato de pasta con mucho queso, como raviolis de queso ricota que se sirven con mantequilla y queso parmesano, podemos pensar otra vez en un Viognier. Sabemos que este vino, con sus aromas de madreselva y vainilla, y sus notas de melocotón y miel en la boca, va bien con platos de crema, lácteos y huevos. Tampoco queda mal con salsas de marisco y mantequilla. Para los increíbles ñoquis, que se parecen más a unas albóndigas de patata que a la pasta, un Nebbiolo con sabores a trufa resultará una gran combinación. Podríamos seguir y seguir, pero en realidad se trata de experimentar. Por supuesto, manteniendo estos consejos en el fondo de la mente para que nos ayuden a resolver alguna situación difícil.

Elegir un vino para ir con un plato de pasta es tan fácil como pensar en la salsa se servirá con la pasta. Cuando se está intentando encontrar un vino especial en una bodega y la cabeza empieza a dar vueltas ante tantas botellas que hay en los estantes, siempre se puede preguntar a la persona a cargo. La mayoría de las buenas tiendas de vino sólo contratan a personas a las que les gusta el negocio y que saben algo sobre el tema, así que probablemente conocerán lo que tienen y estarán más que dispuestas a hacer algunas sugerencias. Y probablemente estaremos de vuelta a casa con el vino perfecto para disfrutar con nuestra deliciosa pasta en un abrir y cerrar de ojos.

Y siempre debemos recordar que lo único que importa al final es si se ha disfrutado el resultado, sea cual sea el tipo de pasta que se esté preparando, y cualquiera que sea el vino en el que se esté pensando.. Así que se puede experimentar un poco con el vino, y probar nuestros vinos favoritos, aunque no hayan aparecido en esta lista, si se trata de pasta, probablemente funcionarán.

Comida italiana en la mesa con copas de vino tinto.

Salsa a base de tomate

Estas son las salsas rojas. Las salsas de tomate son ácidas y generalmente tienen un sabor intenso fácilmente distinguible. Si bien no hay dos salsas de tomate que sean iguales, hay algunos ingredientes básicos en común que nos ayudarán a elegir un vino que vaya bien. Con el fuerte sabor de una salsa a base de tomate una cosa a tener en cuenta es que se debe escoger un vino que se mantenga entero bajo la intensidad del plato sin que se diluya. En otras palabras, se debe poder saborear tanto el vino, como la salsa y el plato de pasta.

Con una salsa de tomate, fuerte de por sí, se quiere un vino exuberante y que produzca una  "sensación en la boca" ligeramente espesa pero no demasiado ácida. Estos vinos pueden incluir Chianti, Sangiovese, y Merlot. El sabor prominente en cada uno de estos vinos es el sabor a cereza, que ayuda a equilibrar el ácido de la salsa de tomate.

Salsas cremosas, salsa de nata, salsa Alfredo

Mientras que las salsas rojas requieren  un vino audaz, las salsas blancas, incluyendo la salsa Alfredo y las salsas a base de nata y mantequilla, tienen un sabor más ligeros y suave, quizás más elegante. Algunas salsas son muy ligeras, y necesitan un vino igualmente suave, mientras que otras son más fuertes porque contienen mucho queso  y pueden hacer frente a un vino ligeramente más audaz. De cualquier forma, en el caso de cualquier salsa blanca, no se necesita un vino temerario, sino algo refrescante, así que los vinos blancos son típicamente el mejor emparejamiento en estos casos.

Los vinos como Pinot Grigio, Chardonnay, o Riesling son excelentes opciones cuando se trata de una salsa de este estilo. Estos vinos son chispeantes y por lo general contienen alguna nota de cítricos, que ayuda a cortar la riqueza de la mantequilla, la nata, o el queso. Si la salsa cae al lado más ligero, se puede probar un Riesling seco. Aquellos a los que les gusta una salsa blanca con más cuerpo o con mucho queso, pueden ir con un Pinot Grigio.

El pesto

El pesto se hace con algún tipo de hierba aromática, sobre todo con albahaca y piñones, o nueces, que se mezclan con aceite de oliva y frecuentemente se le añade ajo. Puede parecer que esta mezcla tendría un sabor demasiado fuerte para un vino blanco, pero de hecho se considera que el pesto tiene un sabor suave y delicado al paladar. La albahaca tiene un sabor reconocible que está cerca del lado más terrenal, sí, pero también es un sabor muy frágil que puede verse fácilmente superado por un vino tinto, que suelen ser más pesados. Un buen maridaje para un pesto será un vino blanco fresco, con notas minerales, como por ejemplo Cinque Terre. Este tipo de vino contrastará con el sabor terroso de la albahaca y los piñones, pero ni el pesto ni el vino se verán ahogados por su otra mitad en este emparejamiento.